Mi viaje a
Guatemala
entre volcanes, vacas y mucha IA
Hay viajes que te cambian los planes y luego hay viajes que te cambian la perspectiva. Mi reciente paso por Guatemala ha sido, sin duda, de los segundos. Una auténtica locura de viaje que empezó con el pie izquierdo y terminó llenándome la mochila de experiencias increíbles.
Quería tomarme un momento para compartir con vosotros esta experiencia, porque fue mucho más que un congreso de IA. Como algunos ya sabréis por mis redes, el objetivo principal era participar como ponente en el AI SUMMIT LATAM 2025, un eventazo organizado por la Universidad Galileo. Pero como suele pasarme en estos casos, no todo sale como lo tengo planeado.
Por Ángel Molina
Todo empezó con un clásico: mi maleta de bodega decidió que no le apetecía el viaje y se fue a saber dónde. Nunca llegó y dentro iba todo lo que necesitaba: la ropa para las ponencias, artículos de mi marca, la cámara… todo. El primer impulso es el cabreo, claro, pero enseguida pensé:
"Bueno a improvisar"
y esa improvisación me llevó a mi primer descubrimiento. Algo que me di cuenta al tener que ir a comprar ropa fue la increíble variedad de color, en España, y sobre todo en mi querida Córdoba, somos más de colores sobrios, pero en las calles de Guatemala me encontré con una paleta de colores bastante grande, una alegría visual que posiblemente refleje lo cálida que es su gente.
Eventos, entrevistas y
Una experiencia que impulsa el cambio
El evento, el AI SUMMIT, fue sencillamente espectacular. Un congreso enorme, lleno de energía, con una cantidad impresionante de emprendedores, creadores de empresas y mentes inquietas con ganas de cambiar el mundo. Tuve el privilegio de dar dos charlas. La primera, sobre cómo construir una marca personal en la era de la IA, y la segunda, de nuestra herramienta principal como ya sabéis, MANUS AI. Mi objetivo, como siempre, era bajar la IA del pedestal teórico y dar consejos prácticos, accionables, que la gente saliera de allí diciendo: “vale, esto lo puedo aplicar mañana”. Y la conexión con el público fue brutal. Sentir esa energía, ver cómo las ideas resonaban y saber que estaba aportando un valor real fue, sin duda, el mayor de los premios porque para mí, la clave siempre ha sido la misma: más que digitalizar, hay que democratizar, y para eso, hay que ser práctico y enseñar sin tecnicismos.
Y esto me lleva a otra cosa que me traje de Guatemala:
La confirmación de que en Latinoamérica se están haciendo las cosas muy bien en el mundo de la IA. A veces desde Europa tenemos la idea de que vamos por delante, pero el nivel de los proyectos, el hambre por aprender y las ganas de emprender con tecnología que vi allí son enormes. Hay un talento increíble y una energía que ya quisieran muchos.
Pero el viaje fue mucho más que el congreso, Guatemala es un país que te golpea con su realidad, pude compartir tiempo valioso con mi equipo de allí y me quedé maravillado con la educación y el respeto de la gente. Tuve la oportunidad de seguir con mi misión de divulgación, participando en el canal ChapinTV, en la radio de la UNIVERSIDAD 92.1 FM y en una tertulia para las redes de la Galileo las cuales fueron experiencias increíbles en dondé jamás había participado…
Y mientras me movía por la ciudad, algo me dejó alucinado: el tráfico, concretamente, la cantidad de motos que circulan sin casco, me recordó a mi pueblo, Montoro, hace muchos años. Era una imagen que tenía casi olvidada y que ahora, por suerte, está mucho más regulada en España pero es uno de esos detalles que te hacen ver cómo cada lugar tiene su propio ritmo y sus propias batallas.
La verdadera experiencia
guatemalteca
El fin de semana fue para la aventura de verdad. El sábado, un grupo de amigos guatemaltecos me llevó a subir el volcán de Pacaya. Y no por la ruta turística, sino por un camino “alternativo” para que sintiera la experiencia. ¡Y vaya que la sentí! Menos mal me gusta correr por los campos de mi pueblo porque la subida fue dura, pero increíble, lo mejor fue que en la cima, nos recompensaron con pizzas cocinadas en hornos naturales calentados por el propio volcán para recuperar energías. Una locura, pero la anécdota del día estaba por llegar, mientras intentaba tomar una foto en un pequeño cerro, cuando ¡EPA! casi me atropella una vaca. Sí, una vaca. Pastando tranquilamente en la cima de un volcán activo. Por suerte tengo buenos reflejos y logré esquivar a la vaca en el último momento. Fue un momento memorable que nunca imaginé
¿Cómo le explicas a alguien que me acababa de atropellar una vaca?
A mi lado, uno de mis amigos, un hombre de 55 años que había subido el volcán como si nada, se quedó sorprendidísimo de ver lo que acababa de pasar. Él también vivió el momento “vaca” conmigo y terminó la jornada fresco como una lechuga, una auténtica máquina. La bajada, corriendo por el volcán, fue mi momento de adrenalina.
El domingo, el plan fue más tranquilo, pero igualmente me la pasé increíble. Fuimos a Antigua Guatemala a un taller de chocolate. El grupo era de lo más internacional, y allí, entre risas y bromas, aprendimos a hacer el tradicional chocolate caliente guatemalteco y descubrimos todo el proceso que hay detrás de una taza de café.
Pero la aventura no había terminado, de regreso, en medio del tráfico, uno de los coches que iba con nosotros empezó a sobrecalentarse, la situación, que yo podría haber pensado que es más que estresante, mis amigos se la tomaron con calma, como si fuese algo de todos los días, se convirtió en otra escena fuera de lo común para mí fue, un momento de calma y paciencia en medio del caos del tráfico y la situación, que de alguna manera, guardaba toda la esencia de este viaje.
Este viaje a Guatemala ha sido un recordatorio de muchas cosas. Me ha recordado la importancia de la adaptabilidad (cuando pierdes una maleta, no te queda otra). Me ha reafirmado en mi convicción de que la tecnología solo tiene sentido si sirve para ayudar a personas reales con problemas reales. Y, sobre todo, me ha enseñado que las experiencias más memorables a menudo se encuentran fuera de la zona de confort, ya sea corriendo por la ladera de un volcán, esquivando una vaca o simplemente observando los colores de un mercado local.
Gracias a toda la gente de Guatemala por su increíble acogida y a la Universidad por hacer posible este evento. Vuelvo a casa sin mi maleta, pero con la mochila del alma llena de experiencias, amistades, conexiones y una nueva perspectiva.